DEPENDENCIA A LAS REDES
Por: Fabio Lazón
Sin comunicación, se encuentran millones de usuarios de las redes sociales más populares. Esta mañana -10:30, hora peruana- WhatsApp, Facebook e Instagram registraron una caída a nivel mundial. Aunque no se sabe el origen del problema, esta situación ya no es sorpresa, pero si causó preocupación, especialmente para los que las usan como herramienta de trabajo y manejan empresas.
Parece como si la sociedad retrocediera 20 años. Cuando existían prototipos de redes sociales no consolidadas y poco conocidas. Época en que se mandaban cartas por escrito y obligatoriamente debía haber un teléfono en los hogares. El acceso al internet era privilegio para unos cuantos. Con el pasar del tiempo, este privilegio se volvió un derecho, incluso para los que vivían en el lugar más recóndito del planeta.
El ser humano desarrollo nuevas formas de comunicarse. En 2006, el Messenger ya era famoso. Todo el mundo contaba con un correo electrónico, desde los más grandes hasta los más pequeños. En 2008, llegó Facebook de la mano de Mark Zuckerberg, universitario que abandono Harvard para dedicarse a explotar su invento. Pronto, Facebook opacaría a otras redes sociales y ser convertiría en el rey del internet.
En 2012, Zuckerberg adquiriría Instagram. Dos años después lo mismo ocurriría con el sistema de mensajería WhatsApp, amasando una fortuna de 85.000 millones de dólares. Encendiendo las alarmas de los empresarios y el sistema judicial estadounidense. Letitia James, la fiscal general de Estado de Nueva York, encabezó una comisión de 48 jueces –de los 50 Estados- que denunciaba a Mark de crear y dirigir un monopolio de redes sociales.
¿Por qué esto es un peligro? Según fundamentos legales, dicho acto pone en peligro la libre competencia y la libertad de los usuarios en decidir que consumir. También, estanca la innovación que permite evolucionar los servicios. En cierto modo, permite controlar a los casi 190.000 millones de usuarios con el fin de “conectarlos”. Facebook tiene en su poder a otras franquicias como Snapchat, Oculus y FriendFreed, así, en vez de eliminar a la competencia, los alinea con sus intereses.
Obviamente, la ambición lo puede llevar a la ruina. Si una de las redes presenta problemas, las demás caen, como un efecto domino. En cuantiosas veces en la última década, las fallas masivas han perjudicado a miles por la importancia que se les dio en la vida diaria.
Por ejemplo, en plena pandemia, algunas escuelas de bajos recursos en Perú, usaron el WhatsApp de vía para dictar clases. Ya sea enviando mensajes o entablando video llamadas, si la base presentaba fallas afectaría a la educación. En tanto, las empresas manejan números personalizados para este ámbito. Por ahí se puede pedir mercancías y hasta cancelar tratos con otros socios. Si el numero está activo las 24 horas, la incomunicación ocasionaría perdidas económicas.
La relevancia que le dimos a las aplicaciones, es equivalente a la mitad de nuestra vida diaria. Lamentablemente ya no se puede retroceder. Si la tecnología no mejora para evitar estos problemas, como sociedad estaríamos rumbo al colapso, pues confiamos toda nuestra información en este frágil ámbito.